Hoy hemos hecho retiro en
Loeches, como todos los lunes, y se nos invitaba a poder vivir con el Espíritu
Santo todas las cosas, todo lo que se nos avecina en este mes; para nosotros
los exámenes, final de semestre y un verano muy movido, para otros cosas
distintas pero igual de desafiantes y llenas de incertidumbre. Lo importante es
intentar descubrir lo que quiere Dios de mí en estas situaciones, cómo él desea
que yo las viva.
En las lecturas de hoy me llama
la atención la carta de Pedro porque es una invitación a eso mismo, a vivir de
una manera distinta los acontecimientos de nuestra vida, con más cuidado
interior, con más amor hacia nosotros mismos y hacia los hermanos, una llamada
a intensificar nuestra fe: poned mayor
empeño en añadir a vuestra fe la virtud… Lo más interesante es que las
virtudes se añaden es por el cuidado de nuestra vocación, es por el cuidado de hacer
lo que Dios quiere con nuestras vidas, por el cuidado de llevar a cabo la
misión que él nos confía: por tanto
hermanos, poned el mayor empeño en afianzar vuestra vocación y vuestra
elección. Obrando así nunca caeréis.
Me gusta también que dice: vuestra vocación y elección, que significa
no sólo el don que Dios me ha regalado, lo que Dios me ha pedido sino la
elección que yo he hecho, la elección que cada uno hemos hecho por amar… en el
matrimonio, con los hijos, con la vida consagrada, con nuestros padres, en mi
trabajo, en fin lo que a cada uno Dios le pida amar.
Por esto es muy importante que
descubra lo que Dios me pide y cómo amar estas realidades que él me ha
regalado, las que él me ha puesto para sacar amor de mí, pero recordando que no
me abandona sino que me enseña a vivir mi vocación en esta situación.
Nos recuerda también que en lo
que Dios nos pone en nuestras manos, es él el dueño, en realidad somos
administradores y debemos hacer nuestro trabajo amando a mucho a nuestro Señor
y no verlo como un jefe sino como un Padre, no buscando cubrir nuestras
necesidades, no buscándonos a nosotros mismos sino buscando amar a nuestro Padre
que es muy bueno.
Es lo que muestra la parábola
del evangelio de hoy unos administradores inconscientes, que no conocían al
dueño de la vid, que quisieron apoderarse de ella, para hacer lo que les diera
la gana con ella. Quizás el mundo esté mal porque hemos olvidado que el dueño
de todo es el Señor, el dueño del mundo, el dueño de la vida, de nuestros seres
queridos, el dueño de los talentos que tenemos, de las cosas materiales que
hemos conseguido por “nuestro esfuerzo” y que en lugar de situarnos en la
exigencia y la eficacia debemos situarnos en el agradecimiento y en el amor porque
este dueño ha confiando todo en nuestras manos y desea que demos frutos buenos.
Quizás si tenemos esta
conciencia podremos ser más solidarios, más caritativos, y cuando se nos
presente Cristo en forma de un hermano cualquiera seamos menos duros con él y
podremos amarle tal como nos ha amado el dueño de la vid, al poner en nuestras
manos algo tan grande como la vida misma de nuestros semejantes.
Señor ayúdanos a reconocer la
confianza que tienes con nuestras vidas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario