Hoy celebramos la fiesta de la
visita de María a su prima Isabel, se le llama la fiesta de la visitación. En el
evangelio de hoy cuenta ese episodio de María viajando para visitar a su prima
y cuando las dos se encuentran Isabel recibe el Espíritu Santo.
De este episodio me llama la atención
varias cosas, la primera es la valentía de María para viajar en esa situación,
no sólo porque estuviera embaraza sino también por las condiciones adversas en
las que ocurrió el embarazo, si fuera más prudente se hubiese quedado, no se
hubiese ido tanto tiempo con Isabel. Ella obedeció al Espíritu Santo por encima
de sus miedos, de sus inseguridades, de lo que iba a pasar con José.
María entonces es una mujer muy
misionera porque ha ido a trasmitir el Espíritu Santo a su prima, ha ido a
contarle su experiencia con Dios, ha ido a acompañarla a pesar de sus
condiciones tan poco ideales. Esta mujer tiene una confianza muy grande en
Dios.
Otro punto que me llama la
atención es el encuentro de dos mujeres que se dejan guiar por Dios, que están
bendecidas por él, que él las engrandeció, Isabel seguro había orado mucho por
quedar embarazada y ahora Dios le estaba confirmando, con María, que él había
actuado, que no la había abandonado. Ahora
Isabel apoyará a María dándole confianza en que Dios no la abandonará con este
niño mesías.
Estas mujeres están felices,
están llenas de gozo porque experimentan que Dios está con ellas, que no las
abandona, porque han creído en su Palabra, porque las dos han obedecido y
seguido los impulsos del Espíritu Santo. Me gusta eso que las dos están
gritando de alegría porque se encuentran llenas del Espíritu Santo.
Hoy podemos pedir a Dios que nos
regale la confianza y la valentía de estas mujeres, la confianza para creer en
Dios a pesar de las evidencias y la valentía para atrevernos a hacer su
voluntad, aunque eso nos traiga dificultades.
Otra cosa que podemos pedir es
la sencillez porque las dos son muy sencillas, muy humildes, ellas saben y se
reconocen como nada ante Dios, saben que son unas simples mujeres campesinas y
que Dios no les debe nada, aún así ha querido contar con ellas para sus planes,
por eso están tan alegres, por eso escuchan al Espíritu Santo porque reconocen
que necesitan su guía, sus palabras.
Que cada día podamos decir como
María: He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu Palabra.
También como Isabel: ¿Quién soy yo para
que me visite la madre de mi Señor? Es decir que reconozcamos nuestra
pequeñez ante los planes de Dios, que reconozcamos que es él quien debe llevar
nuestras vidas y le dejemos actuar.
Señor que podamos ser felices
porque creemos en tu palabra y confiamos en ti, que se pueda decir de cada uno
de nosotros: Feliz tú porque has creído
en las promesas del Señor