Jesús habla a los discípulos ser
sal y luz, quizás este pasaje lo hemos escuchado muchas veces, pero qué nos
querrá decir el día de hoy ¿qué nueva enseñanza puede traer? Era la pregunta
que yo le hacía a Jesús esta mañana.
Me llamaba la atención la
cuestión de perder la sal, creo que perder el sabor está relacionado con perder
el amor, con perder el gusto por Dios, con que nos dé igual estar con él o no. ¿No
sé si habéis experimentado la sensación de que todo es indiferente, de que nada
os afecta, de vivir en un permanente estado de desánimo? Esto creo que es
perder la sal, no hay nada más triste que una persona que diga que cree en Dios
y no tenga una experiencia personal de él, no haya experimentado en su vida un
cambio que le lleve a optar realmente por Dios, quizás esto no nos pase a los
que leemos esto pero creo que muchos, de los que conocemos, viven así sin
experiencias que afecten sus vidas, sin experiencias que les lleven a más amor
y a más entrega, que les ayuden a soportar las duras pruebas que trae el
comprometerse a amar en serio.
Esto ocurre, creo yo, porque nos
cuesta mucho interiorizar lo que nos pasa, nos cuesta bastante encontrar el
sentido a lo que nos ocurre, y el cristiano que no ve a Dios en su vida es
difícil que siga siendo cristiano. Es necesario que nos despiertes Señor para
darnos cuenta que eres tú el que pone la sal y la luz a nuestra vida, el que
pone ese sabor de amor y esa luz de fe en cada uno de nosotros.
Precisamente esto es lo distinto
que aportamos al mundo: una vida que conecta con el amor de Dios, una vida que
tiene el soporte de la fe, que tiene alegría, esperanza, misericordia,
generosidad, etc. Es verdad que nos somos perfectos pero el que confía en Dios sabe
encontrar todo esto en él, tiene una fuente que no tiene el que no cree en él.
Por esto es nuestro deber cuidar
la luz y la sal que el Señor aporta a mi corazón, no está bien descuidarla
cuando hace tanta falta en el mundo que vivimos. Cuidarla alimentándola con la
Palabra, con la oración, con la vivencia en una comunidad de fe, con obras de
caridad que el Espíritu nos suscita en el corazón, como dice hoy el evangelio: Alumbre así vuestra luz a los hombres, para
que vean vuestras obras y den gloria a vuestro Padre…
Es necesaria esta luz en el
mundo en que vivimos, que la gente se encuentre con personas coherentes,
correctas, rectas de corazón y conciencia; algo que tanto hace falta cuando
vemos los fraudes que se cometen, cuando este comportamiento nos afecta a
todos. La misma crisis económica es sólo un resultado del desastre moral que es
nuestro mundo. ¿Quién podrá poner un poco de luz en esta tinieblas? ¿Un poco de
sal que sane la corrupción? (La sal en
la antigüedad se usaba para conservar las carnes) yo creo que un corazón
generoso, recto, alegre, que no busque su propio beneficio, un corazón que esté
cerca de Dios.
Estas características son las
que Jesús tenía, son las que él me invita a tener, sólo podré tenerlas si soy
su amigo, si estoy cerca de él, si recibo de su mismo amor para darlo a los
demás.
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