Lineas para la Oración

PASOS PARA ORAR

1. LUGAR. Primero busca un lugar adecuado en silencio
2. ESCUCHA. Pide ayuda al Espíritu Santo poder escuchar. Lee el texto detenidamente, pregúntate ¿Qué dice el texto?
3. ASIMILA. Pregúntate ¿Qué quiere decir Dios en su Palabra hoy? actualizar su palabra, confrontar lo que creemos con sus valores
4. ORACIÓN. ¿Qué me parece ese mensaje qué le diría yo a Dios? exprésale tus sentimientos, dar gracias.
5. CONTEMPLACIÓN Y PRÁCTICA. Serenidad ante lo que Dios te dice, nos ayuda a ver la realidad de una manera distinta,
¿Cómo practicarías este mensaje? y atrévete a compartirlo a otros.

martes, 12 de junio de 2012

TÚ ERES SAL Y LUZ



Jesús habla a los discípulos ser sal y luz, quizás este pasaje lo hemos escuchado muchas veces, pero qué nos querrá decir el día de hoy ¿qué nueva enseñanza puede traer? Era la pregunta que yo le hacía a Jesús esta mañana.

Me llamaba la atención la cuestión de perder la sal, creo que perder el sabor está relacionado con perder el amor, con perder el gusto por Dios, con que nos dé igual estar con él o no. ¿No sé si habéis experimentado la sensación de que todo es indiferente, de que nada os afecta, de vivir en un permanente estado de desánimo? Esto creo que es perder la sal, no hay nada más triste que una persona que diga que cree en Dios y no tenga una experiencia personal de él, no haya experimentado en su vida un cambio que le lleve a optar realmente por Dios, quizás esto no nos pase a los que leemos esto pero creo que muchos, de los que conocemos, viven así sin experiencias que afecten sus vidas, sin experiencias que les lleven a más amor y a más entrega, que les ayuden a soportar las duras pruebas que trae el comprometerse a amar en serio.
Esto ocurre, creo yo, porque nos cuesta mucho interiorizar lo que nos pasa, nos cuesta bastante encontrar el sentido a lo que nos ocurre, y el cristiano que no ve a Dios en su vida es difícil que siga siendo cristiano. Es necesario que nos despiertes Señor para darnos cuenta que eres tú el que pone la sal y la luz a nuestra vida, el que pone ese sabor de amor y esa luz de fe en cada uno de nosotros.

Precisamente esto es lo distinto que aportamos al mundo: una vida que conecta con el amor de Dios, una vida que tiene el soporte de la fe, que tiene alegría, esperanza, misericordia, generosidad, etc. Es verdad que nos somos perfectos pero el que confía en Dios sabe encontrar todo esto en él, tiene una fuente que no tiene el que no cree en él.

Por esto es nuestro deber cuidar la luz y la sal que el Señor aporta a mi corazón, no está bien descuidarla cuando hace tanta falta en el mundo que vivimos. Cuidarla alimentándola con la Palabra, con la oración, con la vivencia en una comunidad de fe, con obras de caridad que el Espíritu nos suscita en el corazón, como dice hoy el evangelio: Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras obras y den gloria a vuestro Padre…

Es necesaria esta luz en el mundo en que vivimos, que la gente se encuentre con personas coherentes, correctas, rectas de corazón y conciencia; algo que tanto hace falta cuando vemos los fraudes que se cometen, cuando este comportamiento nos afecta a todos. La misma crisis económica es sólo un resultado del desastre moral que es nuestro mundo. ¿Quién podrá poner un poco de luz en esta tinieblas? ¿Un poco de sal que sane la corrupción?  (La sal en la antigüedad se usaba para conservar las carnes) yo creo que un corazón generoso, recto, alegre, que no busque su propio beneficio, un corazón que esté cerca de Dios.
Estas características son las que Jesús tenía, son las que él me invita a tener, sólo podré tenerlas si soy su amigo, si estoy cerca de él, si recibo de su mismo amor para darlo a los demás.

Pidámosle, entonces, que transforme nuestros corazones, que aprendamos a reconocer la luz y la sal que él pone cada día en nosotros, que no dejemos que el mal sea más fuerte en nuestras vidas. Que podamos sobre todo confiar en él, aún en las circunstancias más difíciles como en la primera lectura. Que aún en tiempos de crisis y escasez confiar en que Dios nos cuida y nos regala lo necesario para vivir, que siembra en nuestros corazones lo necesario para afrontar las dificultades.

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