Estos
dos días los misioneros de Loeches estamos de retiro, yo me he escapado un
ratito para compartirles mi oración.
Ayer
veíamos cómo la resurrección de Jesús trae esperanza a los discípulos, gozo y
alegría. Pero no sólo eso, Jesús se presentó de otra manera porque las mujeres
no le reconocían, en el evangelio de hoy lo dice; María Magdalena se quería
aferrar a tu humanidad y Jesús le dijo: suéltame
que aún no he subido a mi Padre, y es que ahora Jesús les propone otro tipo
de relación, ya no sólo con el Jesús humano, ahora con el Cristo resucitado,
aquel que puede habitar en sus corazones.
La
tristeza de los primeros discípulos, Señor, al no tenerte cerca cambia al
descubrir que estás presente en todos los lugares. En estos días a mí también
se me abrieron los ojos ante tu resurrección, me refrescaste lo necesario que
es el encuentro personal contigo, lo vital que es escuchar tu voz en mi corazón
y hacer tu voluntad. Con tu resurrección nos recuerdas que no es suficiente
hacer cosas por ti, obedecer a lo que dice la Iglesia, los superiores; hay algo
que va mucho más allá… es una relación interna contigo, desde el corazón, desde
mi mente, desde mi espíritu al tuyo. El Espíritu Santo nos introduce en esta
relación contigo Jesús y podemos experimentar así el amor del Padre, el mismo
que tú experimentaste todos los días de tu vida.
Es
esta relación lo que da sentido a toda mi existencia, que me hace vivir la más
aburrida rutina como algo extraordinario y es que esto es descubrirte vivo, que
no eres una ideología, mandamientos o preceptos religiosos, que no eres sólo
unos días festivos, procesiones, costumbres religiosas… ERES UNA PERSONA QUE
QUIERE VIVIR CONMIGO.
Me
llamas hoy no sólo a ser obediente sino a amar, no sólo a hacer cosas por ti
sino a entregar mi corazón. Así como María Magdalena después que te encontró se
fue corriendo a la misión, al anuncio de su experiencia de encuentro, así me
invitas a mí a anunciarte, a correr y decirle a mis hermanos que estás vivo,
que vives en mi corazón y que puedo escuchar tu voz.
Pidámosle
al Señor esto, que podamos escucharle, que abramos nuestro corazón a su
presencia, a su Palabra que él mismo nos dirige cada día y que esto nos empuje
a anunciarle a nuestros hermanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario