Hoy acude a Jesús un hombre
llamado Nicodemo, este hombre es experimentado en las cosas de Dios, en las
leyes judías, en lo que en su tiempo hacía un hombre para Dios; pero este
hombre va buscando algo en Jesús, va de noche quizás por temor a ser visto y
reconocido por muchos; el evangelio no dice por qué Nicodemo se acerca al
Señor, pero pienso que tenía una inquietud porque reconoce algo especial en el
Maestro cuando dice: Sabemos que has
venido de parte de Dios, como maestro, porque nadie puede hacer los signos que tú
haces si Dios no está con él. Qué inquietud tenía Nicodemo, quizás le
faltaba algo, como sentimos muchos de nosotros cuando controlamos el lugar y la
situación donde nos encontramos, quizás va buscando una experiencia más
profunda de su fe, quizás va buscando acercarse a un hombre que causa muchas
inquietudes a la gente, el famoso de quien todos hablan, no lo sabemos con
certeza. Sin embargo Jesús le responde haciéndole una invitación: Te lo aseguro, el que no nazca de nuevo no puede
ver el reino de Dios.
Es una
respuesta que coincide con la actitud de búsqueda que tiene Nicodemo, es decir,
no te acomodes a tu fe tradicional;
porque siempre podemos crecer, siempre podemos ir a más y muchas veces ese algo
que nos falta, ese vacío que experimentamos en nuestra vida es porque falta llenarlo con el Amor de Dios, con el
Amor personal de Dios. Por eso la invitación que le hace Jesús a Nicodemo
es a abrir su corazón a la Buena Nueva, abrir su corazón a la persona de Jesús,
no sólo porque hace signos sino porque es el Hijo de Dios, es aquel que le
puede dar una nueva vida, una vida en el espíritu.
Este nacer de nuevo quiere decir nacer a la
vida del Espíritu tal como se lo dice Jesús: el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios. Nacer a una vida espiritual es nacer a una nueva esperanza, a una
nueva ilusión, a un nuevo amor en el corazón, ver la vida con unos nuevos ojos,
supone una renovación interior, es nacer
a la conciencia que el Espíritu Santo habita en mí, que Dios mismo quiere estar presente en mi corazón, que quiere
dirigirme sus palabras para ayudarme a vivir de una manera diferente, con más
alegría, con más gozo, con más esperanza.
Le dice nacer del agua porque el agua purifica, purifica todas las heridas
que tenemos en el corazón, limpia los rencores que tenemos guardados, quita los
viejos prejuicios anclados, abre las puertas que tenemos cerradas y disipa los
miedos que nos paralizan. Esa agua es su Palabra, su amor, es la confesión, es el
diálogo con alguien de fe. Supone dejar atrás los apegos de mi corazón y
avanzar con un horizonte de confianza en Dios, de confianza en el Espíritu que
él me va a guiar hacia el bien, hacia la verdad, hacia la paz; si en nuestra
vida no hacemos este proceso no alcanzaremos la dicha que deseamos.
Dentro de unos 45 días estaremos
celebrando la venida del Espíritu Santo por eso las lecturas nos estarán
hablando de Él, pidámosle entonces al Señor que podamos recibir su Espíritu
cada día, que como el agua purifique nuestra mente y nuestro corazón, que
renueve nuestro espíritu, nuestro ser interior para que podamos vivir más cerca
de su Palabra, de su Amor y de nuestros hermanos.
Abre Señor nuestros corazones a tu presencia
resucitada, que reconozcamos tu voz en nosotros y podamos seguir tus
insinuaciones en nuestro interior para participar de tu alegría y de tu gozo.
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