El día
de hoy el evangelio vuelve a debatir de lo mismo, creer en Jesús o no creer. La
gente que estaba allí le pide una señal; así como Dios, a través de Moisés, dio
una señal a Israel en el desierto. Allí el Señor sostuvo a su pueblo en la carestía,
les alimentó con Maná, les dio agua, les ayudó en las batallas, les guió por el
desierto.
Jesús
ahora da otras señales distintas pero parecidas y es que Jesús no es Moisés, es
más que él, por eso veremos que la señal más grande es Él mismo, su muerte y su
resurrección; el verdadero pan es su persona, su amor, porque ya Dios no quiere
sólo sostener nuestra vida física quiere darnos también la vida espiritual, que
podamos vivirla.
Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí
no pasará hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed. Esta palabra es la confirmación
de lo que decíamos anteriormente solamente tú eres el alimento para mi vida
interior, para el núcleo de mi persona, para mi vida espiritual. Nos hablas de
nuestras insatisfacciones, de las cosas que vivimos sin sentido y nos dejan con
hambre y sed, de muchas dificultades y tempestades interiores que vivimos
solos; pero que si recurrimos a ti todas esas cosas cobran un nuevo sentido,
todo en mi interior cobra un nuevo color, porque eres tú, es tu amor y tu
presencia la que sacia nuestro corazón, la que colma nuestras ansias de ser
felices.
No
está asegurada la felicidad con el mucho pan, el mucho dinero, con la bonanza
económica, las cosas aseguradas; tú quieres Señor que la garantía de nuestra
vida seas tú, tu presencia, tu palabra que permanece para siempre, la que nos
alimenta y nos fortalece para enfrentar las pruebas muy difíciles como hiciste
con Esteban en la primera lectura. ÉL no tuvo miedo de padecer la muerte por
defender su fe, vivió la muerte como un paso para disfrutar de la gloria de
Dios que ya estaba viendo.
La
muerte a causa de la fe quizás es una realidad que muchos de nosotros no
tenemos que enfrentar, pero no olvidemos que muchos cristianos de otros lugares
aún hoy son perseguidos. Estas personas viven confiando en que Dios se acordará
de su causa sin claudicar de su fe y de su esperanza.
Nosotros
podemos aprender de ellos porque si queremos defender nuestra fe y nuestra coherencia
de vida también nos tocará enfrentar alguna muerte renunciando a cosas, quizás
a la opinión que los demás tengan de mí, a la cantidad de dinero que gane, al
puesto de trabajo que tanto necesito, a la posición social que pretendo
conservar, quizás nos toque vivir alguna de estas cosas por defender mi
conciencia, por defender la verdad o la justicia, en medio de una realidad tan
voluble como la que nos ha tocado vivir. Por eso pidamos al Señor que nos
fortalezca con su Palabra, que aumente nuestra fe para poder creer en él a
pesar de las evidencias, que podamos defenderle en nuestra vida por encima de
cualquier situación.
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