Jesús
continúa hablando, en el evangelio, sobre el Espíritu Santo, aquel que
completará su obra que nos llevará hasta el final en este camino de fe que
hemos emprendido.
Me gusta dos cosas que menciona,
primero los discípulos no son capaces de comprender todo lo que él les da sin
ayuda del Espíritu Santo, lo otro es que este Espíritu será guía para ellos
hasta la verdad completa. La primera cuestión me parece interesante porque el
comprender a Jesús, el seguirle por los caminos que nos propone supone que nos
fortalezca desde dentro, supone que nos de su mismo Espíritu, no se trata de
sólo un esfuerzo personal o que mantengamos las tradiciones y costumbres se trata de apertura, de recibir el don de Dios.
Es muy importante que nos demos
cuenta de lo que hemos recibido, de lo que Dios nos ha regalado y de lo que
continúa regalándonos en nuestra vida, porque cada cosa que me pasa, cada
persona con la que nos encontramos puede ser un don de Dios para descubrir su
amor en medio de lo que estoy viviendo, puede ser entonces una ayuda para mi
camino de fe. Abrirme a la posibilidad de que mi realidad, mis circunstancias,
las otras personas, todo este conjunto está tocado por Dios, está sostenido por
él.
Lo otro es que el Espíritu Santo es guía hacia
la verdad completa, en nuestra vida tenemos un proceso de ir descubriendo y
afianzando más nuestra fe, las experiencias, las personas, los lugares que nos
han hecho avanzar y dar pasos en la fe son todos colocados por Dios, que nos
guía hacia la verdad de nuestra fe, que nos guía cada vez más hacia su
cercanía. Es verdad que hay muchos momentos en que retrocedemos, en que
confiamos menos, hay momentos que no vemos a Dios por ningún lado y parece como
si fuera más fácil no tener fe que tenerla. Pero en esas inquietudes interiores,
incluso en nuestro pecado, Dios habla, Dios se manifiesta y nos hace ver esas
situaciones de manera distinta.
Qué bueno que le descubramos,
que no dejemos pasar las oportunidades y no nos cerremos a nuestras inquietudes
profundas, como los atenienses, en la primera lectura, que eran hombres muy
inquietos para descubrir a Dios y cuando Pablo expone en el areópago la nueva
fe sobre Jesús muchos se burlan y se cierran, no pueden con eso, no abren su
corazón a la posibilidad de que puede ser cierto lo que este hombre les dice,
por lo que no reciben el Espíritu Santo.
Cuando no recibimos el Espíritu
Santo nos quedamos a medias en nuestra búsqueda de la verdad, es decir, en
nuestra búsqueda de la fe, en la búsqueda de nuestra felicidad.
Pidámosle al Señor que nos
enseñe a mirar con los ojos atentos nuestra realidad, nuestra vida, a descubrir
en dónde nos está buscando y a no desaprovechar oportunidades de encuentro con
él, que aprendamos a observarle a nuestro alrededor.
Dejémonos guiar por el Espíritu
Santo que usa canales sencillos, cotidianos y humildes para acercarnos al Amor
del Padre, para acercarnos a Jesús, para ayudarnos a Amar como Dios quiere.
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